TRADICIONES Y COSTUMBRES:
La Semana Santa:
antiguamente la semana santa no se celebraba como en estos tiempos esta
iniciaba a las 7 de la noche del miércoles santo, con el rezo penitencial
llamado las tinieblas; después del rezo se apagaban todas las luces de la iglesia (en ese tiempo no
había luz eléctrica, solo candiles o lámparas de gas) y los asistentes con todo
respeto y reverencia empezaban a tocar las bancas, sillas y mesas. Este acto
era acompañado, desde la puerta de la
iglesia, por el sonador de un tambor de cuero de venado y el repique de las
campanas y de las campanitas que sirven para el acto de comunión. Esto duraba entre tres a cuatro minutos.
Finalizando esta acta todos los presentes salían hacia sus casas en orden y en
un silencio casi sepulcral. El jueves santo en horas de la tarde ponían “presa”
a la imagen de Jesús a lado de los dos
judíos en una cárcel hecha por los vecinos. El señor era amarrado de
pies y manos y se le colocaba la corona
de espinas. Don Manuel Luna con un grupo de vecinos, elaboraba con todo esmero
y respeto una réplica del monte calvario donde era colocada la imagen y
empezaba la hora santa que duraba toda la noche. Con anterioridad los
encargados de la iglesia hacían una colecta entre los vecinos, para comprar
pan, azúcar y café y hacer los
tradicionales bollos peteneros. A las tres de la mañana mas o menos se
repartían a todos los presentes (casi toda la comunidad se reunía en la
iglesia) el respectivo bollito, pan y café. Toda la noche era de rezo y a las cinco de la mañana todos los habitantes de iban a sus casas;
nadie salía a trabajar ya que respetaban los días de la Semana Santa. Nadie
comía carne, solo cosan, palmito o pescado.
A la una de la tarde del viernes santo los
habitantes se reunían en la iglesia a rezar el Santo Rosario finalizando a las
tres de la tarde con la última palabra que pronunció nuestro señor Jesucristo. Desde ese momento ya no se cantaba ni se
tocaban las campanas pues Jesús había
muerto. Únicamente se oía el gemir desde
la puerta de la iglesia de las ya casi olvidadas matracas. El jueves, viernes y
sábado eran noches de velación y todo el pueblo se reunía en la iglesia para
rezar; era tiempo de meditación. El
domingo a las cinco de la mañana, se tocaban las campanas se quemaban cohetes y
siquitracas, se cantaban cantos religiosos especiales para la ocasión, se
tocaban las campanitas que se usan para el acto de comunión y todo era fiesta,
pues se celebraba la resurrección de nuestro señor Jesucristo; al terminar todos los ritos en el patio de la
iglesia se colgaba un muñeco representando a judas quien vendió a Jesús y se leía un testamento con chistes jocosos
de la vida cotidiana de los vecinos y de las autoridades de ese tiempo, eran
testamento que se elaboraban con todo respeto ya que no se usaban malas
palabras, ni sacadas de trapitos sucios, todo se hacía con respeto, en esos
tiempos no se conocían las procesiones, ya que la comunidad llegaba un
sacerdote cada mil y cuando, quizá porque no existían los caminos de terracería
ya que solo se viajaba en bestia (caballos y mulas).
Ahora
la Semana Santa ha cambiado en el tiempo de cuaresma, cada viernes se saca en
procesión la venerada imagen del señor. El viernes santo a las cinco de la
mañana los maestros, jóvenes y niños de la comunidad se reúnen para elaborar
alfombras multicolores de aserrín teñido que han diseñado con anterioridad,
esta actividad surgió en 1993 del entusiasmo e iniciativa del maestro José
Antonio Romero Berges, mejor conocido como maestro tono, y con la colaboración
de varios maestros y amigos del lugar.
Cabe mencionar al reverendo padre José Barrau Atienza, sacerdote de
origen español quien ha apoyado todas
las actividades y proyectos
comunitarios.
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